Wilbur Marshall Urban, filósofo nacido en Pennsylvania en 1873, ante la complejidad de los filósofos modernos para tratar los diferentes tipos de símbolos, los cogió a todos y los clasificó en tres grupos.
En el primero clasificó los símbolos arbitrarios, que son aquellos que relacionamos con la simbología científica. En segundo lugar los descriptivos, para el arte y la religión, y en el último grupo clasificó los símbolos penetrativos, que son aquellos que dan un mensaje perceptible pero que suelen mirar hacia otro lado. Es decir, conviven entre lo que dicen y lo que sugieren.
Cuando los de mi generación éramos unos críos, lo pasábamos en grande con una serie policiaca llamada Starsky y Hutch. Los que recordáis la serie original quizá recordaréis también el calzado del detective Starsky, el moreno. En efecto, las zapatillas de Starsky eran unas Adidas modelo Superlight 1976, calzado que le permitía correr como una cebra por las calles de una ficticia y sucia California.
Nunca tuve las zapatillas de Starsky. Las Adidas azules de tiras blancas eran prohibitivas para muchas familias de entonces, y en mi caso, cuando se daba la oportunidad vestía deportivas azules con dos bandas, o con cuatro bandas blancas, pero nunca con tres. En aquel tiempo desconocía que esta marca era un gigante de la industria deportiva y poco podía imaginar que las ventas para el año 2015 llegarían a la cifra de 634 millones de euros como publica hoy el eleconomista.es , cifra que significa un 29,3% más de ventas respecto 2014.
¿Qué buscaba yo realmente en 1976? Seguro que sin saberlo buscaba aquello que la marca alemana quería que me llegase, un mensaje de potencia, de velocidad, y por qué no decirlo, también de simpatía. Porque Starsky era el policía guay. Como la marca.